"En ese aposento...se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del reloj salía un tañido claro, resonante, profundo y extraordinariamente musical, pero de un timbre tan particular y potente que de hora en hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir...para escuchar el sonido; y las parejas danzantes cesaban por fuerza en sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y mientras aún resonaban los tañidos del reloj, se notaba que los más vehementes palidecían y los de más edad y más sensatos, se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a un confuso ensueño o meditación. Pero apenas cesaban los ecos del todo, livianas risas se fifundían por la reunión...; y se sonreían de su nerviosidad...mientras se prometían unos a otros en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provacaría una emoción semejante. Más al cabo de sesenta minutos...el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación de antes.
Mas a pesar de las cosas, la jarana era alegre y magnífica..."
La máscara de la muerte roja Edgard Allan Poe